El español es una de las lenguas más importantes del mundo: es el segundo lugar por número de hablantes, y se ha dicho que “es el idioma para hablar con Dios” pero…
¿De dónde viene el español?
Los lingüistas no saben con certeza cómo surgió el lenguaje humano. Pero sí han explicado que los idiomas se empezaron a diferenciar cuando las poblaciones se separaban. El hecho de vivir en lugares aislados, con diferente clima, animales, vegetación y diferentes vecinos hizo que a partir de pequeñas variaciones de dialecto se crearan idiomas completamente diferentes.
Los lingüistas notaron que muchas lenguas tienen características similares en su gramática y vocabulario, como si estuvieran emparentadas. Así, agruparon las lenguas en familias distribuidas por el mundo. Y como familias que son, es posible trazar un árbol genealógico, que nos indicaría que hace miles de años, había menos idiomas. El español (llamado más propiamente “castellano”, ya verás por qué) forma parte de la familia Indo-europea.
El origen del Castellano
En la península Ibérica (ahora España), hasta antes del siglo III antes de Cristo, no se hablaba español. Los habitantes eran iberos, celtas, celtíberos, tartesios y hasta fenicios y griegos. De estas lenguas, llamadas de sustrato, tenemos por ejemplo la diferencia entre los conceptos “ser” y “estar” que no existe en otros idiomas y que proviene del celta, o palabras como “gancho”, o “colmena”. Del ibérico viene “barranco” y del vasco “izquierda” o “chaparro”.
Entre el siglo III y el I antes de Cristo, el Imperio Romano conquistó toda la región alrededor del mediterráneo, imponiendo su lengua: el latín. De esa lengua romana surgieron las lenguas romances: italiano, francés, rumano, portugués, catalán y español.
Al mezclarse con las lenguas locales, el latín vulgar (es decir, el latín que hablaba el pueblos, no el idioma culto en el que se escribían los libros) formó varias lenguas, entre ellas la de la región de Castilla: el castellano.
Nuevas palabras
A partir de invasiones bárbaras se incorporaron palabras germánicas como “guerra” o “yelmo”. Y cuando los árabes conquistaron la península y se quedaron como 700 años, crearon un conjunto de lenguas llamadas “mozárabes” y dejaron en el castellano más de 4000 vocablos, como “almohada”, “aceite” o “ajedrez”. Para ese entonces, además del mozárabe y el castellano, ya existían los idiomas gallego, portugués, leonés, aragonés y catalán.
En el siglo XIII, Alfonso Décimo, “El sabio”, intelectual y promotor de las artes, estandarizó lo que ahora conocemos como castellano medieval, dándole importancia al dialecto de Toledo.
En 1492 los reyes católicos Isabel I de Castilla y Fernando II de Aragón se unen y consiguen expulsar a los árabes. Hacen del castellano el idioma oficial, los eruditos unifican su gramática y su ortografía, y lo expanden por todo el país. En el Siglo de Oro, surge el “español áurico” que, aunque ya unificado, aún presenta muchas diferencias regionales. Por ejemplo, en la mayor parte de España la “ce” y la “zeta” tenían pronunciación diferente a la “ese”, pero no en las Islas Canarias ni en Andalucía, donde se pronuncian “sss”. Y Sevilla, en Andalucía, era la puerta de enlace de donde partían los conquistadores hacia… ¡América! Muchos habían nacido ahí y la mayoría habían pasado un buen tiempo viviendo en la región. Por eso los latinoamericanos decimos “servesa” y no “cerveza”.
El castellano en América
Cuando los españoles conquistan América, el castellano se mezcló con las lenguas de sustrato de cada región. México aportó vocablos del náhuatl, como “tamal”, “chicle”, o “tomate”. El quechua de Perú y Bolivia aportó “caucho”, “cóndor” y “papa”. Y sin las lenguas antillanas, como el Taíno, no tendríamos ni “barbacoa”, ni “canoa” ni “hamaca”… y se discute si la palabra “huracán” es taína o maya.
Intercambios en la actualidad
Las lenguas están vivas y en constante evolución. Actualmente no es raro que incluyamos palabras del inglés, o que el inglés tome prestados vocablos del español, y los mismos intercambios suceden con otros idiomas. Por ejemplo: la palabra “tiza” es de origen náhuatl y se usa en todos los países hispanohablantes… menos en México, donde al mismo objeto le llamamos “gis” ¡que viene del latín!