El año nuevo es una ocasión de celebración mundial, por lo que Latinoamérica no es la excepción. Cada 31 de diciembre, cuando se acerca la medianoche, millones de personas se juntan para celebrar muy a su estilo, el comienzo de un nuevo ciclo. A todas estas costumbres las llamamos tradiciones, y son tantas y tan variadas, como las culturas que conforman los países de la comunidad latina.
Por ejemplo, en Brasil la mayoría de las personas gusta de recibir el año nuevo vestidos de blanco en lugares tan tradicionales como la playa de Copacabana, en Río de Janeiro. La gente se reúne para apreciar un gigantesco espectáculo de fuegos artificiales. Algunos otros lanzan al mar gladiolos blancos en pedido de paz, rojos para conseguir el amor y la pasión durante todo el año o amarillos para atraer el dinero.
El gusto por recibir el año en los paisajes naturales acuáticos no es solo de los brasileños, en Nicaragua también prefieren zambullirse en el mar, en los ríos o lagunas, para así comenzar el año nuevo limpios y de cara al sol. No se quedan atrás los cubanos, quienes suelen arrojar baldes de agua para purificar su hogar, una costumbre inspirada (como en el caso brasileño) en las religiones africanas.
Algo que es común a nivel global son los fuegos artificiales, pero es en Valparaíso donde estos toman un nuevo significado. A 120 kilómetros de Santiago de Chile, la capital, esta ciudad costera realiza detonaciones de 24 toneladas de pirotecnia, en casi 30 minutos de duración, lo que lo hace un espectáculo considerado como uno de los tres más importantes del mundo.
Mientras en las oficinas de Montevideo, Uruguay, al acabarse el año, los calendarios ya caducos son arrojados por las ventanas, o que lo vuelve una peculiar pero muy espectacular forma de despedida en medio de una lluvia de hojas.
Por su parte, en Colombia, suelen tratar de predecir cómo será y qué traerá el año nuevo colocando tres papas bajo la cama de cada persona, una pelada, otra a medio pelar y la otra sin pelar. Justo a la media noche, la persona, sin mirar, escoge una de ellas; la pelada representa un mal augurio, la que está a medio pelar no representa ni el bien ni el mal y la que no está pelada depara gran bonanza. Asimismo, sobre la mesa de la cena, se colocan espigas de trigo, con tal de llamar a la abundancia.
En Bolivia y Perú acostumbran estrenar ropa interior de colores: roja para atraer el amor, amarilla para el dinero o blanca para la armonía. Los mercados peruanos están llenos de calzones y calzoncillos amarillos de todos los tamaños, siendo las tangas o “hilo dental” los más llamativos. En Perú también se queman muñecos de personajes antipáticos de la política o de la farándula local, en una gran catarsis social.
En Venezuela, se procura recibir el año con billetes de moneda extranjera en las carteras y billeteras. Mientras mayor sea la cantidad, mucho mejor, pues esto llamaría a la bonanza financiera.
¡A comer!
La cena de año nuevo es un evento que también tiene sus variables. El cerdo es un platillo popular en Bolivia, donde según la creencia popular éste va siempre hacia adelante, nunca retrocede. En Cuba, muchas familias ahorran durante todo el año para tener una cena de año nuevo con cerdo como platillo central, acompañado de arroz, frijoles negros y yuca. En Venezuela, la pierna de cerdo, o pernil, es el plato típico en épocas decembrinas, acompañado de ensalada de gallina y las hallacas, una versión llanera del tamal.
El Salvador y Nicaragua prefieren la gallina rellena o pavo, mientras México defiende la originalidad de sus “romeritos”, camarones en hierbas con salsa de mole, cuya receta es de origen prehispánico y a base de chocolate.
Pero todos los países, a excepción de unos pocos, como Argentina o Uruguay, están de acuerdo en la importancia de comer doce uvas con las campanadas de medianoche para tener dicha y prosperidad en cada uno de los meses siguientes.